HAY ALGO EXTRANO EN EL SÓTANO II
Salió tan de prisa sin mirar hacia atrás,. Al llegar a la entrada aseguro la puerta con el seguro por fuera.
¡Gritó horrorizada! Y de entre la niebla y al parecer desde muy lejos llegó el sonido de una risa sofocada y desalmada, desprovista de alegría y vida como la de una lobo que ronda en las noches gélidas en busca de presa. La risa se elevó poco a poco y se fue haciendo cada vez más fuerte y terriblemente horripilante.
El viento y los portazos les
desconcertaban. Sin pensarlo Gary ,
cerró bruscamente la puerta y de pronto una fuerza inexplicable le obligo a
bajar la vista al sótano que era iluminado por los
relámpagos, Era algo más poderoso que él ,no podía detenerse algo superior a él lo obligó a descender
,avanzó lentamente. Comenzó a
bajar las escaleras. El crujir de cada peldaño aumentaba su temor e incluso se
asustó de su propia sombra. Llegó al suelo del sótano descendiendo por las escalones,
con el corazón a punto de salirse del pecho.
Sintió algo bajo sus pies un líquido denso y pegajoso.
Sus sandalias se mojaron, pero por donde abría entrado la lluvia
al sótano. Probablemente habría otra entrada quizá un pasadizo secreto.
Miró hacia todos los rincones, pero no se veía más que libros y cosas viejas que su padre acostumbraba a guardar
ahí. Todo era muy sombrío, pero su agudizada vista descubriría el menor
movimiento, estaba en alerta continua.
Al ver esos sucios objetos,
comenzó a recordar tiempos lejanos de cuando éste lugar estaba prohibido y su
imaginación de niño le llevaba a pensar en las más sorprendes historias. De
repente sintió unos extraños ruidos muy
cerca de él, ahora los pudo distinguir mejor; parecían como pisadas
enormes que golpeaban enérgicamente
sobre el suelo y el de una cadena arrastrándose lentamente.
El piso de madera comenzó a
crujir cada vez más fuerte, y los inexplicables ruidos se aproximaban hacia él,
pero no lograba ver nada. Su corazón
comenzó a latir fuertemente, y las gotas de sudor recorrieron su rostro, casi
estaba paralizado de espanto.
Oyó un grito de espanto que salió de los labios de Pelusa y sin pensarlo dos veces subió
corriendo las escaleras aterradas. Más cuando casi lograba salir del
lugar, un peldaño cedió y su pierna quedó atrapada.
Eran totalmente en vano los
esfuerzos que hacía para liberarse y su desesperación aumentaba, pues el de
los ruidos extraños se acercaban
lentamente.
En esos instantes de
desesperación vio la silueta de Pelusa
en la entrada gritándole para que
saliera del lugar, porque solo ella sabía lo que esa cosa era.
Estiró su brazo a donde estaba él y con todas sus fuerzas lo
jaló hacia la superficie. Más de pronto su rostro palideció; él sorprendido miró su bello rostro desencajado, la sensación que sintió
al ver su rostro absolutamente pálida fue inexplicable. Parecía como si ella
hubiese visto la misma muerte.
Salió tan de prisa sin mirar hacia atrás,. Al llegar a la entrada aseguro la puerta con el seguro por fuera.
Ella seguía pálida y temblaba
como un acordeón, la abrazó con infinita ternura y besó
su rostro pálido exclamando:
-Gracias princesa, ya pasó el
peligro.
Ella ya no lo oía cayó en un
profundo letargo del cual no podía
despertar. Entró en coma no había
manera de despertarla. Muchos médicos
vieron su caso y aparentemente había
sufrido un derrame cerebral que la mantenía inmóvil. Su corazón latía levemente.
Algo no andaba bien. Se encontraba en un paraje donde no debía estar; se
había extraviado en esos lugares muy apartados, adonde no debía haber ido nunca, y ahora era
Imperdonablemente tarde. Y Víctima de algún oculto maleficio, se
encontraba su alma entre las tinieblas crepusculares de un
bosque encantado. El ciprés y el cedro entrelazaban
sus ramas en simbólica y funesta hermandad.
El ishipingo cavilante murmuraba al oje; debajo, la mortal
enredadera y la uña de gato, con siempre
vivas trenzadas en extrañas formas funerarias, crecían junto a las
horribles espinas. No había cantos de pajarillos ni zumbidos de moscas ni abejas, ni hojas suavemente mecidas
por la fresca brisa.
El aire estaba estancado y el silencio era abrumador. Los fantasmas y
espíritus condenados murmuraban
en las tinieblas, de un modo inaudible, sobre las tumbas. Los árboles de aspectos deplorables y fantasmales
sangraban abundantemente y las hojas exhibían, a la luz
embrujada, un fulgor rojizo.
¡Gritó horrorizada! Y de entre la niebla y al parecer desde muy lejos llegó el sonido de una risa sofocada y desalmada, desprovista de alegría y vida como la de una lobo que ronda en las noches gélidas en busca de presa. La risa se elevó poco a poco y se fue haciendo cada vez más fuerte y terriblemente horripilante.
Mientras su alma vagaba por
esos lugares su cuerpo yacía
en una
habitación libre de gérmenes, amuletos, imágenes o talismanes. Su madre
no se separaba
ni un instante. Su
padre parecía haber
envejecido lo observaba callado
y pensativo. Aún no entendían
lo que había
pasado...
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